Recuerdos de un juguito de durazno
abriéndose camino en la mugre pegoteada de los brazos
Y nuestras manitos de niños
sepultando los cuescos en la tierra
abarrotada de inocencia, brillo y dulzura
La niñez me perdió en juegos solitarios:
Contando estrellas
Probando escondites
Sacando a hurtadillas las enciclopedias del librero
Alistando guijarros en el borde de la reja
Distrayéndome con la brisa marina y
con sombras de piernas largas al atardecer
Y en esos rincones
reservados para la emoción
fue una revelación
entender la consecuencia de esa acción inocente
de las manitos enterradas en el barro,
al mirar hacia arriba y ver que
colgando desde una varilla creciente
se presentaba un baile de hojas ante mi.


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